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Loquillo, criticamos Diario de una trgua, su nuevo disco

Loquillo lo hizo de nuevo. De la mano en la producción del inconmensurable Josu García, acaba de editar un disco que pasará a la historia. Como él mismo comentó, lo fácil hubiera sido repetir y enrolarse en el lanzamiento de discos llenos de clichés que hubieran servido para acelerar su desgaste. Pero llegó la pandemia, el Loco entendió por dónde iba, detuvo los autos y dio un nuevo salto hacia la gloria.

Entonces, llamó al gran Gabriel Sopeña, de confianza de Igor Paskual, ​​cedió la mesa de mezclas a Josu y contó con un Sabino Méndez en toda regla tener un traje hecho a medida para él que también podría haber sido su mortaja. La rabia y la furia lo sacaron de lo que podría haber sido una tragedia y nos volvió a cerrar la puerta en las narices para confirmar que era la última estrella del rock europeo.

«Navegar a San Antón» muestra unos coros que a lo largo del disco rinden homenaje al doo wop ya esos primeros años del artista. En este caso, se nos presenta una monumental carta ampliada con un 101 en estado de gracia y un Loquillo superlativo.

En «Somos la furia» apuesta por el intervalo, el recuerdo de récords como Balmoral y prosa poética a partes iguales. Otro himno. «La lluvia dice» podría haber entrado el último clásico ya que mantiene las mismas coordenadas de sonido. Una carta tan curiosa como original. Sin duda es uno de esos intervalos que marca el grupo y que quedan en tu memoria desde la primera escucha.

«Libertad» Recuerda tanto el canto reivindicativo de la Transición como los inicios punkra de José María. Debe ser un éxito en los conciertos. «Todo tiene su propio sabor» Es un compromiso impenitente con ese gran rock que nos recuerda a Springsteen y al propio Loquillo. La poesía de rima libre y el golpe de la canción son enormes.

«Historia de dos ciudades» Es una de las canciones que quedarán en la historia del rock internacional. Loquillo dice que la idea era tomar el primer párrafo de la obra homónima de Dickens y convertirlo en una canción. Sopeña ha acertado y conseguido su objetivo, que es también un repaso exhaustivo a la situación de decadencia que podemos sufrir en Europa en plena guerra de Ucrania.

Y llega el gran final. «Voluntad de bien» tiene un ritmo de marcha militar al estilo de Jacques Brel que puede convertirse en el «Ne me quitte pas» del Loco. Apuesto mi mano derecha a que, como verdaderamente decidió, muchos seguidores la usarán en su funeral. Además de ser una gran canción hay, según Loquillo, un mensaje evidente de lo que nos espera tras este disco.